La revolución industrial necesita de constantes aportes de materias primas, al tiempo que las producciones fabriles exigen amplios mercados en los que colocar sus productos. Se establece así entre los países industrializados europeos una carrera para ser el primero en llegar a dominar zonas fuera de Europa que pasan a convertirse en colonas, y con las que las metrópolis constituirán sus respectivos imperios coloniales. También existen razones de tipo político, religioso, cultural científico etc. que, en algún caso, completarán el objetivo: la explotación económica.
La renovación técnica en el campo de los transportes, sobre todo en los marítimos, permitió trasladar contingentes de población a los puntos más alejados del planeta, al tiempo que grandes volúmenes de mercancías. Las expediciones de colonización permitieron ampliar extraordinariamente el mundo conocido, lo que facilitó grandes avances en ciencias como la Geografía, la Botánica o la Zoología. Sin embargo, junto a estos valores positivos, la colonización europea estuvo acompañada de numerosas consecuencias negativas para las poblaciones de los territorios colonizados: explotación de sus recursos naturales, imposición de fórmulas políticas ajenas, desprecio por sus valores culturales y religiosos, esclavitud...
Los países europeos más industrializados -fundamentalmente Gran Bretaña y Francia- fueron los protagonistas de una etapa de dominio político, económico y cultural europeo en el mundo. En un segundo momento, en las décadas finales del siglo XIX, dos naciones no europeas -EEUU y Japón- iniciaron una explansión en sus respectivos continentes. El afán de dominio por parte de los países colonialistas originó fuertes tensiones que actuarán como una de las causas determinantes de la Gran Guerra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario