martes, 1 de febrero de 2011

El imperialismo y los factores político-ideológicos

Ya durante la época de formación de los imperios coloniales muchos de sus defensores criticaron que el imperialismo tuviese como única finalidad la satisfacción de las necesidades económicas de las metrópolis. Para ellos intervenían otros factores, como la grandeza de la nación o la labor civilizadora de un pueblo.

Factores políticos y la grandeza de una nación

La importancia de los factores políticos fué resaltada por numerosos historiadores y economistas que, críticos con la visión marxista-leninista, minimizaron la vinculación entre imperialismo y capitalismo, y resaltaron la importancia del nacionalismo, del militarismo y de la tradicional lucha por la hegemonía entre los estados europeos.

De la asociación del estatus de gran potencia con la adquisición de colonias, del prestigio internacional, se desenvolvió la idea de que una gran potencia debía estar presente en todos los puntos del globo, sobre todo en aquellos en los, según el momento, se centraba la atención mundial. La rivalidad política entre las naciones contribuyó a la ocupación de territorios, una carrera por llegar antes que el rival. Se explica así la ocupación que zonas que tenían una escasa importancia económica o en las que hubo que vencer una fuerte resistencia indígena.

Los factores ideológicos y la labor civilizadora

Junto a estos factores políticos también tuvieron su importancia las motivaciones ideológicas. La evidencia del progreso económico y técnico de los occidentales frente al resto del mundo tuvo como resultado la aparición del mito de la desigualdad de las razas y la superioridad blanca, sobre todo la de los anglosajones. Una amplia literatura basada en presupuestos racistas servirá como justificación de la necesaria e inevitable acción política, social, cultural y religiosa que los pueblos civilizados occidentales deben realizar para sacar del atraso secular y de la barbarie al resto de los pueblos. Esta supuesta obligación de civilizar se tradució inevitablemente en la ocupación de sus territorios, que ya que no estaban preparados para explotar sus riquezas.

Sin embargo, esta labor civilizadora no es incompatible con la mas dura explotación de los indígenas ni con la violencia.

Los factores demográficos y sociales.

Las mejoras en la medicina facilitaron, desde finales del siglo XVIII, un fuerte incremento de la población en Europa. La presión demográfica obligó a muchos europeos a emigrar. En el transcurso del siglo XIX, cerca de un millón de europeos abandonaron el continente, y las salidas aumentaron a partir de 1870-80. Muchos de ellos se dirigieron hacia los estados independientes de América, pero otros poblaron las colonias de sus metrópolis, sobre todo las situadas en zonas templadas. En algún caso, la correlación entre el exceso de población europea, las salidas migratorias y la formación y desarrollo de las colonias es evidente: Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica, Algeria,...

Para algunos políticos, la expansión imperial podía ofrecer una válvula de escape para las tensiones sociales provocadas por las reivindicaciones del proletariado. La demanda de productos destinados a las colonias podían incrementar el empleo en las fábricas de la metrópolis y disminuir el desempleo. Las campañas de conquistas de territorios exóticos y la gloria conseguida en ellas podía servir para el fortalecimiento del patriotismo, de la solidaridad nacional frente a las divisiones internas de carácter social, o para la identificación de las masas con la política de su estado y de sus clases dirigentes, desviando así la atención de los problemas socioeconómicos internos.

Por último no podemos olvidar otros motivos que también contribuyeron a la expansión colonial, tales como la superioridad técnica y armamentística, el espíritu de aventura, los descubrimientos científicos, la actividad de los exploradores y los misioneros...

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